Ser joven no es delito, Ser joven es sensacional.

Ser joven no es delito, es una condición excepcional donde el sujeto tiene la posibilidad de formarse y definir la construcción de su vida futura. Cuenta generalmente con el apoyo y sustento de su familia, y pese a la Ley de Educación del gobierno de Tabaré Vázquez, y la brutal caída de la calidad de la enseñanza, a manos de la acción y omisión de la corporación educativa, con esfuerzo puede el joven dotarse en forma gratuita de herramientas académicas y de instrucción para labrarse un porvenir.

Se trata asimismo de una situación a término, en tanto como dice un humorista, “la juventud se “cura” con la edad”; ya que progresivamente el joven se vuelve adulto, y debe asumir crecientes responsabilidades, las del trabajo especialmente, ya que la capacidad de sus padres de llevar “el nene” económicamente “a upa” es limitada, por la realidad, la edad y la paciencia, (de los padres).

Los niños primero, y los jóvenes en que se transforman a continuación, tienen derechos: a la salud, a la educación en el sentido amplio del término que incluye la instrucción, la educación en cuanto formación académica y de relacionamiento, y cultural en el entendido de asumir los valores generales de la sociedad que lo contiene.

Y desde luego están los deberes asociados a la existencia de esos derechos, que van desde el respeto y la consideración por los padres, una conducta responsable en su participación como actor y principal sujeto del proceso educativo, (que bien puede decirse que es su “trabajo”), y el cuidado de su propia integridad física y moral.

Como puede verse de esta somera enumeración, los derechos y deberes vinculados a la transitoria etapa de la juventud, apuntan todos en directo beneficio del titular de los mismos; y que por cierto no son para nada incompatibles con el disfrute de las extraordinaria experiencia de “ser” joven, llena de entusiasmos, revelaciones, descubrimientos, ilusión, la experiencia fascinante del amor, la cálida aventura de la amistad, (que nacida en esos primeros años suele perdurar hasta la vejez), el nacimiento de la vocación y los sentimientos de pertenencia de la pasión deportiva y política.

La condición de ser joven pues, impone a su protagonista una agenda intensa, compleja y relevante, que asumida cabalmente, (sin exageraciones destructivas), solo puede ser transitada al amparo de la energía natural de la propia juventud; que permite asimismo superar las angustias de la incertidumbre y de la desmesura con que se vivencian los acontecimientos y las emociones; con el agravante de una peculiar percepción del tiempo, donde el examen que debe rendirse en 48 horas se siente como algo lejano, pero una fiesta con fecha a 45 días de distancia es motivo de una urgencia incomprensible, pero agónica y muy real.

En medio de simplificaciones canallescas, y frases hechas que suponen dar por sentada la estupidez de sus destinatarios, me ha parecido importante hacer este breve resumen sobre la condición juvenil, desde el recuerdo de mi propia juventud (ya lejana), de la experiencia de la crianza de mis hijos, (más cercana y gratificante), y del conocimiento de una enorme cantidad de gente joven que por su correcta conducta, no son noticia (policial).

Ser joven, no es delito, pero rapiñar, robar y matar sí lo es, y pretender el amparo de la minoridad para delincuentes encallecidos y feroces es un escándalo moral, que no puede disimularse con argumentos falaces. Mentir también es delito, utilizar los dineros públicos para una propuesta propagandística de la peor especie, “estoy corriendo, no huyendo”, pretendiendo que alguien quiere asociar la condición de joven a la condición de delincuente, no solo es delito, también es un insulto a la inteligencia en general, y a los jóvenes que estudian, trabajan, se divierten y quieren vivir en un país mejor, (que son vasta mayoría), en particular.

Por eso lo del título, ser joven es sensacional, porque supone estar en situación de construir el futuro, propio y de la sociedad en que se vivirá. Es el desafío de la oportunidad, de la posibilidad de hacer, de disponer el tiempo necesario para encarar grandes proyectos, de hacer un aporte sustantivo en el área que cada cual prefiera, de la aventura de conocer el mundo, de la experiencia progresiva de la libertad; y menospreciarlo es una falta de respeto.

Hay sin embargo delincuentes juveniles. Pero su juventud no los priva de la conciencia del mal; es más, una buena parte de ellos hacen abuso de la legislación que establece un régimen especialmente benévolo hasta los 18 años, para cometer con inaceptable cuasi impunidad sus tropelías. Tratar de corregir eso, no es ir contra los jóvenes, sino proteger a la sociedad, (y a los jóvenes) de una lacra lamentable.

Por J.Ll.F